Reflexión del Padre Obispo Miguel Estéban Hesayne
(1a. entrega)
1. Los Obispos de la Argentina, nos dirigimos a todos nuestros hermanos que habitan esta bendita tierra. Les escribimos desde nuestra fe como discípulos y misioneros de Jesucristo, “rostro humano de Dios y rostro divino del hombre”
Aportes para una nueva Nación
2. Muchos signos nos hacen pensar que está por nacer un país nuevo, aunque todavía no acaba de tomar forma. En los últimos años, gracias al diálogo, hemos vivido aprendizajes cívicos importantes. De manera institucional, logramos salir de una de las crisis más complejas de nuestra historia. Elegimos la no-violencia y se establecieron programas específicos para el cuidado de los más débiles. La experiencia histórica nos ha demostrado que por el camino de la controversia se profundizan los conflictos, perjudicando especialmente a los más pobres y excluidos.
3. A partir de las crisis vividas, ya nadie cuestiona la necesidad de un Estado activo, transparente, eficaz y eficiente. Crecimos en la promoción de los derechos humanos, aunque todavía debemos avanzar en su concepción integral, que abarque a la persona humana en todas sus dimensiones, desde la concepción hasta la muerte natural[3]. También maduramos en la aceptación del pluralismo, que nos enriquece como sociedad, aunque todavía persisten resabios de antiguas intolerancias.
4. Por otro lado, hemos tomado conciencia que no hay democracia estable sin una sana economía y una justa distribución de los bienes[4], aunque entre todos debemos seguir trabajando a fin de hacerla realidad y que no quede sólo en una consigna o en un plano teórico o meramente emotivo[5]. Asimismo, reconocemos la importancia estratégica de la educación, de la producción y del desarrollo local, de la urgencia de generar trabajo y de la necesidad de recobrar la auténtica cultura de la laboriosidad.
5. Con vistas al Bicentenario 2010-2016, creemos que existe la capacidad para proyectar, como prioridad nacional, la erradicación de la pobreza y el desarrollo integral de todos. Anhelamos poder celebrar un Bicentenario con justicia e inclusión social. Estar a la altura de este desafío histórico, depende de cada uno de argentinos. “La gran deuda de los argentinos es la deuda social. Podemos preguntarnos si estamos dispuestos a cambiar y a comprometernos para saldarla. ¿No deberíamos acordar entre todos que esa deuda social, que no admite postergación, sea la prioridad fundamental de nuestro quehacer?”[6]. No se trata solamente de un problema económico o estadístico. Es, primariamente, un problema moral que nos afecta en nuestra dignidad más esencial y requiere que nos decidamos a un mayor compromiso ciudadano. Pero sólo habrá logros estables por el camino del diálogo y del consenso a favor del bien común, si tenemos particularmente en cuenta a nuestros hermanos más pobres y excluidos.
6. Precisamente porque estamos alentando al diálogo, no pretendemos ofrecer una propuesta exhaustiva y detallada para resolver los problemas actuales del país. Más bien expresamos la necesidad de buscar acuerdos básicos y duraderos, mediante un diálogo que incluya a todos los argentinos. Tampoco queremos caer en reduccionismos y simplificaciones sobre cuestiones que requieren el aporte de muchos, y valoramos como un don la pluralidad de miradas sobre la cuestión social y política. No obstante, como hombres de fe y pastores de la Iglesia, hacemos nuestros aportes sabiendo que “la evangelización ha ido unida siempre a la promoción humana y a la auténtica liberación cristiana”[7]. Por eso nos animamos a compartir nuestros anhelos y preocupaciones.
(continuará)
[1] EA 67
[2] DA 380
[3] CDSI, 154
[4] ICN, 129
[5] DA, 397.
[6] CEA, “Afrontar con grandeza nuestra situación actual”, 80° Asamblea Plenaria, 11de noviembre de 2000
[7] DI, 3
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